divendres, 5 de març del 2021

Imágenes del pasado

 

- Estoy escribiendo su historia, ¿sabes? - dijo Greta mientas acariciaba la taza aún humeante.

Fedre se la quedó mirando, sin romper el silencio que seguía desde hacía minutos.

- Al principio pensé “¿Otra historia de la postguerra?”, pero luego me dije que era la historia de mi bisabuela, punto.

Las fotos estaban esparcidas sobre la mesa de la cafetería. Fedre cogió una en particular donde se veía a la mujer de la que Greta le estaba hablando. Àneu, vestida de domingo, tendría unos 18 años; prácticamente ya no recordaba lo guapa que era. Echó un ojo a otras fotografías suyas; en la mayoría estaba ella sola o acompañada por sus hijos, sonriente. En algunas aparecía junto con su marido, Ignacio, un tipo que se le antojaba bastante tosco pese a su impoluto uniforme de Falange. En estas imágenes, Àneu mantenía una expresión seria, y en las poquísimas en que parecía sonreir, le resultaba forzado. Una en particular le llamó la atención.

- Creo que no fue demasiado feliz con su marido - dijo Greta.

Fedre alzó un momento la mirada. Reconocía en su interlocutora los ojos de Àneu y, hasta cierto punto, su expresión socarrona.

- Pues no, no lo parece. Es más, si te fijas - Fedre le mostró la fotografía donde Àneu, ya alcanzada la treintena y acompañada de su marido, mantenía un amago de sonrisa forzada -, aquí, alrededor del ojo, parece un poco hinchado.

Greta tomó la foto, forzando la vista tratando de ver lo que Fedre le había indicado. Cuando lo encontró, enarcó las cejas en señal de sorpresa. A Fedre le hizo gracia, pues recordaba aquel gesto de su propio hermano, pero disimuló su expresión divertida.

- Vaya con Ignacio… - dijo Greta - Mi abuela me contó que alguna vez le pareció verle algún moratón, pero luego me dijo que eran imaginaciones suyas.

- Pues parece que no lo eran…

Su interlocutora dejó la fotografia junto con las demás. Fedre vio como aquella mujer de 40 y tantos que decía ser su prima apretaba los labios, con rabia, para luego relajar su expresión, como resignada. Buscó entre las imágenes durante unos instantes y, cuando al fin encontró lo que buscaba, le pasó otra fotografía con aire triunfante.

- Mira esta. ¿Qué te parece?

Fedre tomó el papel con cuidado. Àneu, con unos 20 años, aparecía acompañada de sus hermanos. Podía recordar sus nombres: Joaquim, el hermano mayor después de ella, y las más pequeñas que en aquel entonces tendrían unos 9 o 10 años, Mireia y Margarida. Y, abrazándolas…

- Eres la viva imagen de tu bisabuelo, ¿sabes? - dijo Greta.

Se quedó mirando la foto. Por aquel entonces había cumplido 16 años y en breve se marcharía para alistarse en el bando republicano.

- ¿Tienes más fotos de otros miembros de la familia?

- Tengo de Joaquim, y sobretodo de Mireia y Margarida, pero de Fedre sólo tengo esa. Mi bisabuela la guardaba como un tesoro; por lo que me dijo, creo que quería mucho a su hermano pequeño, más que al resto. Me dijo que sus padres quemaron todas las fotos de Fedre cuando se fue con los republicanos; sólo se salvó esta.

- Lo… Lo sintió también. Mi abuelo, digo mi bisabuelo - dijo Fedre -. Estaba muy unido a Àneu. ¿Te importa si me la quedo?

- Te puedo hacer una copia, si no te sabe mal. Le tengo un poco de cariño, ¿sabes? Justo acababa de encontrar esa foto cuando vi tu retrato en el cómic de mi hijo. Me quedé pasmada…

- Menuda casualidad - sonrió Fedre -. No sé si tengo, pero buscaré fotos. Creo que había alguna de él un poco más mayor, de cuando estuvo en Francia.

- ¡Me encantaría! - respondió Greta, ilusionada.

Comprobó la hora en su teléfono y se acordó de que su hijo saldría en breve de natación. Apuró su té y recogió las fotografías de la mesa junto con sus notas. Fedre la ayudó.

- Siento irme así, y más porque no has tomado nada…

- No importa. Voy a cenar ahora - dijo él.

- ¿Tan pronto?

- Estoy acostumbrado al horario europeo.

- Diya, de verdad me gustaría que pudieses colaborar en la historia. Me gustan tus dibujos, así que había pensado que podrías, no sé, hacer el diseño de la cubierta.

- Lo haré con gusto.

- Por supuesto, pásame el presupuesto.

- No te preocupes por ello - Fedre le guiñó un ojo -, me conformo con una copia de esa fotografía.

Ambos cogieron sus pertrechos y salieron de la cafetería. Hacía horas que había anochecido, pero Greta empezó a notar ahora el frío del invierno. Prometió llamar a su primo cuando tuviese la copia de la fotografia. Greta se fue en dirección al metro mientras Fedre la observaba hasta que ella se metió bajo el suelo; entonces él inició la marcha hasta su estudio.

Recuerdos que creía olvidados habían vuelto a su mente aquella tarde. Pensaba en las fotografías de su juventud, y recordaba que al menos tenía alguna suya de cuando cumplió los 21 años, junto a sus compañeros maquis, antes de morir.

Un fragmento en la no-vida de uno de mis personajes de rol.

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